¿Por qué no cumplimos los propósitos de año nuevo?

Feb 23, 2020 | CURIOSIDADES

Hace tiempo que aparcamos los turrones, los mazapanes, los villancicos, el árbol de Navidad, eliminamos la playlist de Spotify con los mejores villancicos pop, tiramos a la basura los dos décimos de la Lotería cuyos números aún se ríen de nosotros, algunos regalos de Reyes ya están cogiendo polvo en la estantería de la habitación y, para más inri, hasta hemos olvidado nuestros propósitos de año nuevo.

Como si fuera la paella, las fiestas de pueblo o dormir la siesta, otra de nuestras grandes tradiciones es la relatada anteriormente. Llegar a la cena de Nochevieja, comernos las 12 uvas de la suerte y establecer una serie de propósitos de cara al nuevo año que cuando llegamos al mes de febrero hemos omitido sin apenas sonrojarse.

Leer un libro cada mes, ir al cine con más frecuencia, apuntarse al gimnasio, no procrastinar tanto en Netflix, dejar de fumar, apuntarse al gimnasio (“esta vez de verdad”, nos repetimos constantemente), aprender inglés, hacer el Camino de Santiago, colaborar con alguna ONG, escribir un libro, dejar de fumar (segundo intento), estudiar un Máster, practicar deporte, ser más honesto/a con los demás, aprender a cocinar algo que no sea pasta…

Seguro que te has visto reflejado en alguno de los propósitos de año nuevo anteriores. Son los más recurrentes. Los que presiden nuestros deseos más puros pero que siempre acaban implosionando en pequeños fracasos cotidianos. ¿Por qué nos resulta tan difícil cumplir con ellos? ¿Nos ponemos metas que no podemos alcanzar o sí somos realistas? ¿Habrá que fijar un propósito que se llame “cumplir con mis propósitos de año nuevo?

Cómo hacer una lista de propósitos efectiva

La escala de acontecimientos suele ser la siguiente: como si fuera una canción de Mecano, hacemos el balance de lo bueno y malo del año, realizamos una lista de propósitos y cuando llega febrero están han caducado o directamente han sido olvidados. Como mucho, sí hicimos el esfuerzo de acercarnos al gimnasio, apuntarnos, ir dos veces y luego cambiar de trayectoria cuando vamos al trabajo porque nos da vergüenza pasar por delante.

Pero no te apures. No cumplir con la famosa lista es natural y tan habitual como el respirar. El hecho de que la mayoría de nuestros propósitos estén tan relacionados con la rutina, que en poco tiempo dejan de inspirarnos y los abandonamos. Cometemos el error de obligarnos a trazar cambios que a lo mejor no son lo que deseamos de verdad y al poco tiempo nos encontramos estancados. Por eso, para evitar volver a fallar en el aún lejano 2021, lo ideal es seguir una serie de pautas.

– Como si fuera una pre lista de propósitos, lo primero que debemos hacer es realizar un balance realista y lo más honesto posible con nosotros mismos sobre el año que acabamos de dejar atrás. Tanto aquello que tanto nos entusiasmó como todo lo relacionado con los aspectos negativos tienen que ser considerados como punto de arranque para elaborar los propósitos del 2020.

– Separarlo por categorías. Por ejemplo, si divides tus propósitos entre lo profesional y lo personal es posible que a la hora de cumplirlos sepas darle mayor o menor prioridad. Al final, se trata de focalizar la cuestión en concreto, saber adaptarse y establecer vías y soluciones al respecto. Si lo mezclamos todo, la procrastinación acaba imponiéndose.

– A colación del consejo anterior, otro factor fundamental es el de la organización. Es sencillo y habitual que caigamos en frustraciones porque no hemos sabido cómo gestionar el proceso y a nosotros mismos. Piensa en uno de tus propósitos y cuáles son los caminos necesarios para alcanzarlo. Empieza por el primer paso y no te pares a pensar en el último ni busques atajos.

Intenta ser realista. Está genial pensar que este año sí visitaremos el Taj Mahal o escribiremos ese libro que tenemos en mente. Pero si nuestro trabajo, los factores familiares o la economía nos va a dificultar de antemano estos propósitos, solo vas a conseguir frustración si te los impones.