Echarse la siesta: Beneficios de este saludable hábito

Ene 5, 2024 | CONSEJOS, DESCANSO

La siesta es algo más que el deporte nacional, como se dice jocosamente, es también una sana costumbre que, realizada adecuadamente, tiene numerosos beneficios para la salud. Sin embargo, cuando no se cumplen una serie de normas, dormir después de comer puede ocasionar problemas. A continuación, te mostramos algunos interesantes secretos que debes tener en cuenta cada vez que vayas a echar una siesta.

¿Qué es la siesta?

¿Es bueno dormir una siesta? Por supuesto. Dormir unos 20 minutos después de comer, o echarse una cabezadita, como se dice de manera popular, conlleva una serie de ventajas para el organismo que van desde la mejora de la concentración a la bajada del estrés, por no hablar del reseteo físico que experimentamos.

La siesta es una costumbre ancestral que se ha practicado (y se practica) en muchas partes del mundo. Con origen en la antigua Roma, y que ha llegado a nuestros días extendiéndose por países como China, Taiwán, Filipinas, India e incluso regiones de África del Norte. Y como ya sabemos, consiste en tomar un breve descanso después de la comida.

Pero, ¿por qué dormir una siesta? Además de ser una tradición histórica, existen varias razones biológicas que nos impulsan a ella. Después de una comida, la sangre se concentra en el sistema digestivo, lo que puede generar una sensación de somnolencia. En las regiones tropicales, este momento también coincide con las horas más calurosas del día, lo que hace que incluso los animales busquen un lugar fresco para descansar.

Pero, ¿es bueno dormir una siesta? Según la ciencia, una siesta de no más de 30 minutos puede mejorar la circulación sanguínea y tener beneficios para la salud en general. Sin embargo, es importante tener en cuenta que dormir siestas más largas puede alterar el ritmo biológico natural y causar insomnio durante la noche.

Además, algunos estudios sugieren que la siesta puede aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares e infartos, aunque hay debate en la comunidad científica al respecto.

La forma en la que hacemos la siesta tiene que ver con la forma en la que dormimos en general. La mayoría de los mamíferos duermen polifásicamente, lo que significa que duermen en períodos cortos durante las 24 horas del día.

Sin embargo, los seres humanos somos durmientes monofásicos, lo que significa que los días de nuestra vida generalmente se dividen en dos segmentos distintos: uno para dormir y otro para vigilar.

Además, también hay otros dos factores en juego a la hora de hacer la siesta: la necesidad homeostática (la búsqueda del equilibrio) de sueño del cuerpo, y los ritmos circadianos, los mecanismos físicos y mentales que nos mueven hacia los momentos óptimos para la vigilia y el descanso.

Ocurre que, en cuanto nos despertamos, nuestro cuerpo empieza a generar presión para que nos volvamos a dormir, lo que aumenta a lo largo del día. Además, nuestros ritmos circadianos también nos afectan durante el día. Si una persona está en un ciclo de sueño normal, con exposición normal a la luz y la oscuridad, los cambios físicos y mentales desencadenados por los ritmos circadianos dan un estallido de vigilia al final de la tarde, que tienen la intención de ayudarnos hasta que llegue el momento de irse a dormir.

De esta manera, los ritmos circadianos “anulan” la necesidad homeostática de dormir. Para muchas personas, sin embargo, la necesidad de dormir se vuelve muy pesada antes de que el cuerpo despierte la vigilia. Este es el momento en el que la mayoría de personas se sienten inclinadas a hacer una siesta.

Origen de la siesta

Aunque siempre la hemos asociado a España, el uso de la siesta viene de la Antigua Roma. Una época en la que dividían los días en 12 horas y su comienzo dependía totalmente de la luz y la época del año. Es decir, la propia distribución de las horas no era la misma en verano que en invierno.

Pero lo que sí era recurrente cuando dividían los días en 12 horas es que justo en la mitad se encontraba “la hora sexta”. ¿Y a qué momento correspondía? Justo a la mitad del día cuando los rayos de sol tenían mayor impacto y, por tanto, hacía más calor. Era en esos momentos cuando los romanos realizaban una pausa en sus obligaciones, dedicando esta “hora sexta” al descanso y a dormir.

Posteriormente, fue San Benito Abad, un monje benedictino el que extendió su uso en territorio español, obligando al descanso, al reposo y al silencio en esa “hora sexta”. A partir de aquí, los españoles de la época abrazaron sus bondades de tal manera que llegó a nuestros días e incluso convirtiéndolo en una tradición española.

La siesta es buena o mala

Igual que con tantas otras cosas de la vida, la siesta puede ser beneficiosa si la realizas con lógica y un buen uso. Por ejemplo, y como punto principal, todos los expertos señalan que una siesta correcta nunca debería superar la media hora. Es decir, nada de esos sueños maratonianos de dos o tres horas con los que solemos matar las largas tardes de verano o los fines de semana.

Para que no tengamos que preocuparnos de si una siesta nos está perjudicando, lo mejor será hacer siestas que nunca superen esos 30 minutos y más bien se muevan entre los 15 y 20 minutos. De lo contrario, correrás el riesgo de despertarte atontado, tener la sensación de haber perdido el día (con su correspondiente desánimo y sensación depresiva después), cambiarás tu inercia del sueño y, por supuesto, dormirás peor cuando llegue la noche (sobre todo si ya tienes de por sí problemas de insomnio).

A partir de esta premisa y tomando una siesta a primera hora de la tarde (según algunos expertos, hacerlo después de las cinco de la tarde afectará tu sueño nocturno), solo tendrás que preparar un entorno adecuado, en silencio, a oscuras y sin posibles distracciones como la del teléfono móvil.

¿Cuáles son los beneficios de la siesta?

Ya sea en verano (donde el cuerpo lo pide más) o en una jornada laboral del resto del año, echarse una siesta puede ayudarnos a recuperar energías y afrontar el resto del día. Con la ayuda de un buen equipo de descanso y el ambiente adecuado, dormir 25 minutos nos beneficiará de la siguiente manera.

1. Un impulso para tu estado de ánimo

La serotonina es la responsable de regular el sueño, además de ayudar a regular tanto el apetito como el estado de ánimo. Cuando dormimos una siesta, esta sustancia inunda nuestro cerebro, generando una sensación de bienestar y satisfacción.

2. Despertar con una actitud positiva

Siguiendo con el punto anterior, aquellos que logran alcanzar la fase REM durante su siesta experimentan un aumento en sus niveles de felicidad. No lo decimos solamente nosotros, sino que está respaldado por un estudio realizado en la Universidad de Berkeley.

3. Potencia tu capacidad de aprendizaje

La misma investigación de la Universidad de Berkeley revela que las personas que duermen la siesta mejoran su rendimiento y su capacidad de aprendizaje hasta en un 10%.

4. Estimula tu rendimiento laboral

Si tu trabajo tiene un componente artístico, una buena siesta puede estimular tu creatividad. Varios estudios han demostrado que el sueño activa áreas del cerebro asociadas con este tipo de habilidades.

5. Protege tu corazón

Pasando al ámbito de la salud, la siesta puede reducir en casi un 40% los niveles de estrés, disminuyendo así los riesgos de padecer enfermedades cardiovasculares. Al cumplir con las horas de sueño recomendadas, evitamos problemas como la intolerancia a la glucosa y el debilitamiento del sistema inmunológico.

6. Regula la presión arterial

Siguiendo la línea anterior, diversos estudios realizados por el Allegheny College de Pennsylvania han demostrado que aquellos que toman una siesta diaria de hasta 45 minutos (un poco más de lo recomendado) después de un día estresante, logran reducir su presión arterial y ritmo cardíaco.

7. Aumenta la concentración

Retornando al ámbito intelectual, algunos expertos defienden que incluso una breve siesta de cinco minutos puede mejorar la memoria a corto plazo y la concentración. Durante el sueño, los recuerdos más recientes se transfieren del hipocampo al neocórtex, y alcanzar la fase REM facilita la conexión de ideas.

8. Favorece el aprendizaje abstracto y la detección de patrones

Además, la siesta puede contribuir al aprendizaje abstracto y la capacidad de detectar patrones generales en diferentes informaciones.

9. Mejora los reflejos

Así lo determinó un estudio de la NASA. Tras analizar las actividades de 747 pilotos tras echarse siestas de diferentes duraciones, determinaron que la duración media es de 26 minutos. Tras ese descanso, la capacidad de atención aumentaba un 34%.

¿Cuándo dormir una siesta?

Aunque dormir una siesta puede ser beneficioso en cualquier momento del día, hay ciertos momentos en los que es especialmente recomendable. Por ejemplo, después de una comida es un momento ideal para echarse una cabezadita, ya que el proceso de digestión puede hacernos sentir cansados y somnolientos.

También es importante tener en cuenta nuestros ritmos circadianos. En general, el momento óptimo para dormir una siesta es entre las 14:00 y las 16:00 horas, cuando nuestros niveles de energía tienden a disminuir.

Sin embargo, es importante tener en cuenta que dormir una siesta demasiado tarde en el día puede afectar nuestro sueño nocturno. Por lo tanto, es importante encontrar un equilibrio que funcione para cada persona en función de sus necesidades y ritmos individuales.

Y como hemos dicho la duración de la siesta también es importante. Lo recomendable es no superar los 30 minutos para evitar trastornos del sueño y garantizar que nos sintamos renovados y energizados después de despertar.

La mejor forma de echarse la siesta

Dormir la siesta es un hábito que puede transformar nuestro estado de ánimo y bienestar físico. Multiplicar sus efectos se vuelve factible al convertirlo en una rutina diaria, especialmente durante los meses de verano, siempre y cuando sigamos ciertas recomendaciones.

En cuanto al lugar, existen dos perspectivas. Algunos expertos sugieren hacerla en un sofá o sillón en lugar de la cama, especialmente para aquellos que sufren de reflujo gástrico o problemas digestivos. Sin embargo, descansar en un colchón de calidad evita las posturas incómodas asociadas al sofá. Sea cual sea tu elección, asegúrate de crear un ambiente agradable, con temperatura adecuada, sin demasiada luz y con poco ruido.

La duración es el punto crucial. La mayoría de los expertos recomiendan que las siestas no excedan los 30 minutos. Este corto periodo de tiempo actúa como reparador tanto para nuestro cuerpo como para nuestro estado de ánimo. Cualquier extensión más allá de esta media hora puede desencadenar trastornos en nuestra calidad de sueño, afectar nuestro humor e incluso generar insomnio.

Es importante dormir la siesta después de comer. Como hemos dicho anteriormente, debemos aprovechar el período comprendido entre las 14:00 y las 16:00 horas. De esta manera, sincronizamos con nuestros ritmos circadianos sin alterar nuestros hábitos diarios.