Cuando se celebra el equinoccio de otoño y cómo afecta a tu descanso
Cuando el sol y sus rayos de mediodía empiezan su caída y las noches se estiran un poco más, ha llegado el momento. Septiembre celebra la llegada del equinoccio de otoño. El final del verano en el hemisferio norte no solo afecta al planeta, también a nuestro cuerpo. El descanso se acaba resintiendo y el estado de ánimo sufre sus consecuencias.
¿Qué es el equinoccio de otoño?
Equinoccio significa “Noche igual” en latín. Básicamente, es la forma de decir que tanto la noche como el día se han equilibrado en cuanto a duración. Aproximadamente, ambas partes del día duran 12 horas, algo que solo sucede cuando emerge el otoño cada 22 de septiembre. Esto sucede porque el sol se sitúa sobre la línea del ecuador de la Tierra.
Mientras que el equinoccio vernal marca el inicio de la primavera (cada 21 de marzo), como ya hemos comentado, el de otoño es un fenómeno que sucede en torno al 22 de septiembre. Es decir, los equinoccios solo acontecen esas dos veces y, junto a los solsticios, sirven para dividir las estaciones del año.
El equinoccio de otoño es el momento donde el hemisferio norte está tan inclinado que recibe una menor cantidad de rayos del Sol. Es decir, la luz solar se recibe en un ángulo más inclinado. Este es el fenómeno que provoca que los días sean más oscuros, los grados disminuyan y tengamos que prepararnos para el frío. Progresivamente, y hasta que lleguemos a diciembre, ese ángulo se irá haciendo más pronunciando, encontrando su clímax y su punto más bajo el 21 de diciembre.
Con la llegada del equinoccio de otoño, la duración de los días se acorta a ritmo de un minuto. Es decir, cada mañana amanece un minuto más tarde. Por el contrario, anochece un minuto antes que la jornada anterior. Paralelamente, la presencia del Sol en el horizonte disminuye unos tres minutos por día.
Así afecta el equinoccio de otoño a nuestro descanso
Una vez explicado en qué consiste el equinoccio de otoño, los cambios de órbita, la incidencia en los rayos del Sol o la disminución de la luz durante el día, toca comprender qué incidencia tiene en el ser humano.
Al equinoccio de otoño hay que sumar algunos factores más que explican porqué nuestro cuerpo se resiente:
– El cambio de hora.
– El descenso de las horas de luz natural (y, por tanto, anoche antes)
– Las temperaturas también experimentan una bajada
– La vuelta a la rutina: vuelta al cole, al trabajo, las obligaciones y a los proyectos.
Con el equinoccio de otoño se inicia una tormenta que será perfecta con el cambio de hora. Hay que tener en cuenta que durante ese período de tiempo experimentamos una mayor melancolía, tristeza e incluso estrés porque hemos dejado atrás el verano y hemos regresado a la conciliación familiar y las obligaciones laborales. Sabemos que por delante tenemos unos diez meses donde apenas descansaremos, y eso nos afecta psicológicamente.
A este caldo de cultivo emocional tenemos que sumar los factores medioambientales ya comentados. Desde el descenso de las temperaturas, al cambio de hora pasando por todas las consecuencias del equinoccio de otoño. El resultado nos llega en forma de desajustes biológicos donde le reloj interno se altera y nuestro descanso sale perjudicado.
La suma de cambio de hora y la ausencia de luz provocado por el equinoccio de otoño tiene como resultado una menor exposición al Sol. Como ya hemos explicado en otras ocasiones, la ausencia de luz genera menos melatonina, la hormona que regula el sueño. Un cambio en nuestros biorritmos que también empuja a que el sistema inmunológico quede más desprotegido.
Otoño es la estación donde no solo tenemos menos energía, mayor apatía y peor estado de ánimo (la llamada astenia otoñal), sino que nos vemos expuestos a enfermedades.
El descenso de la temperatura, el aumento de las precipitaciones y el adiós del calor puede provocar un aumento de los resfriados y las gripes. Además, luchamos contra esos cambios de temperatura con un manejo irresponsable del aire acondicionado y de la calefacción. El resultado lo vemos en nuestra propia garganta, más reseca de lo habitual por el incremento de la mucosidad y de los virus que se alojan en estos dispositivos.